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DESPUÉS DE LAS FIESTAS…ESA PALABRITA CON “D”

Pasó Navidad, pasó Año Nuevo y también los Reyes Magos, así que ya “se acabó lo que se daba”. Las reuniones espontáneas poco a poco van llegando a su fin y dan paso, en muchos casos, al regreso a la rutina. Esto también tiene que ver con esa famosa palabrita con “D” que, probablemente, estuvo de primera en tu lista de resoluciones para 2019. ¿Ya tienes una idea de a qué me estoy refiriendo?

Así es: ¡DIETA! Cambiaste el pan dulce y café con leche por frutas y un súper batido, y ahora te levantas temprano para hacer una (o dos) horas de ejercicio antes de ir a la oficina. Hay también quienes prefieren presionar el botón de Resety desintoxicar su organismo de una vez con los famosos planes Detox, que en muchos casos garantizan resultados inmediatos. En esta parte del mundo, además, estamos en pleno verano, así que toda esa grasa extra de diciembre debe desaparecer para ese viaje a Mar del Plata que te está esperando.


Hasta aquí, todo muy bien, pues estás comenzando el año adoptando un estilo de vida saludable, rompiendo viejos hábitos y sanando tu relación con la comida, ¿cierto? Porque, si tu intención es realmente cambiar, matarte de hambre por unos días, sufrir y luego darte atracones cuando terminen las vacaciones no solo te hará recuperar el peso que puedas haber perdido, sino que te generará frustración e impedirá lograr un hábito sostenible en el tiempo.

 

Más que una moda, un estilo de vida 

Cuando queremos hacer cambios drásticos, debemos confiar en la ley del proceso. Si tienes una genuina preocupación por tu salud, tu primer paso debería ser informarte lo mejor posible antes de adherirte a un régimen, ya que muchas “dietas milagro” solo sirven para abultar columnas en las revistas de moda. Consulta a un profesional, quien podrá crear un plan de alimentación acorde a tus necesidades únicas. Esto es muy importante, ya que, según algunas disciplinas, como la nutrición orthomolecular, cada tipo de alimento envía un mensaje a nuestras células y les ordena cómo comportarse, lo cual determina nuestro estado de salud. Si cada persona tiene un conjunto de células diferente, imagínate cuán personalizado debe ser este plan nutricional.

Una vez que tengas tus recetas, es momento de ir al mercado y comenzar a comprar lo que necesitas para poner en marcha tus nuevos hábitos, pero, ¿te has preguntado de dónde vienen las frutas y vegetales que consumes diariamente? Si solo te preocupaba el exceso de grasas y azúcares, en este punto tendrás que lidiar con otros enemigos: los agroquímicos y los alimentos genéticamente modificados. 

De los primeros nos podemos librar de forma un poco más sencilla, lavando nuestros alimentos con vinagre y bicarbonato antes de prepararlos, aunque, dependiendo del químico, algunas partículas pueden permanecer en el producto incluso después de este proceso. Lo que sí está claro es que el glifosato, uno de los agroquímicos más agresivos, está prohibido en 74 países, pero en Argentina se continúa usando en los cultivos a pesar de sus terribles consecuencias para la salud, sobre todo de quienes viven cerca de los campos. Mira este impactante resumen fotográfico para que veas a qué nos referimos:

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En el caso de los alimentos genéticamente modificados, hay una gran controversia sobre si realmente son dañinos para los seres humanos, aunque diez países de Europa y algunos de Latinoamérica prohibieron su comercialización (tú sabes, por las dudas). Lamentablemente, aún no tenemos forma de distinguir un transgénico de un producto no modificado, ya que el etiquetado no es claro al respecto.


“¿Y ahora?”

Tengo buenas noticias: los alimentos orgánicos sí requieren estar certificados y, por fortuna, la oferta es cada vez más grande en el país. Y si te molesta cocinar, también tienes restaurantes que ofrecen menús deliciosos, nutritivos y, sobre todo, buenos para tu organismo y para el planeta. ¿Conoces las ventajas de una dieta orgánica?

Para empezar, aunque sean más pequeños que su contraparte modificada, los cultivos orgánicos son más ricos en sabor, nutrientes y antioxidantes. También al consumirlos apoyas a los pequeños agricultores, tanto económicamente como en su bienestar general, ya que no están expuestos a los pesticidas y químicos de las prácticas industriales. Y, al ser plantados con técnicas agrícolas tradicionales, se evita la contaminación y desgaste de los suelos, lo cual beneficia a la Tierra. ¡Todos felices!

Definitivamente, este es el escenario ideal para tu salud, pero, ¿qué pasa si el presupuesto no te alcanza para mantener este estilo de vida? Una buena opción es empezar un huertito casero y sustituir algunas compras por productos que han crecido entre tus cuatro paredes. Además, tendrás la satisfacción de ver su progreso y la certeza de que estás alimentándote de forma saludable, más allá de “la palabrita con D”. Si tus ingredientes son de calidad, todas tus comidas también lo serán.

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