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EL DORADO: UN MITO DEVASTADOR

Cuando pensamos en Canaima, el Amazonas o la Patagonia, normalmente nos imaginamos paradisíacos monumentos naturales, climas exóticos o biodiversidad infinita. Sin embargo, bajo sus suelos yacen los minerales que mantienen funcionando las economías del mundo, ya que muchas de las materias primas esenciales para fabricar lo que consumimos (especialmente los dispositivos electrónicos de los que tanto dependemos actualmente) se extraen de estas tierras.

Prácticamente desde su descubrimiento, sabemos que Latinoamérica está llena de tesoros por desenterrar. Antiguamente se hablaba de “El Dorado”, esa tierra llena de abundancia aurífera, y, dadas las grandes reservas de algunos países, podríamos darles la razón a aquellos conquistadores. Lo que nadie nos dice – o sí nos dicen, pero no prestamos atención – es que la extracción de minerales es una de las actividades que mayor degradación causa en los ecosistemas – por lo cual el concepto de “minería ecológica” no es más que un eufemístico oxímoron.

EL ORO: ¿MÁS VALIOSO QUE EL AGUA? 

Uno de los principales daños medioambientales que esta industria ha causado es la contaminación de los cuerpos de agua, sean estos superficiales o subterráneos, lo cual termina afectando a todo el ecosistema que depende de estos recursos hídricos. Plantas, animales y hasta los seres humanos que habitan cerca de las minas terminan entrando en contacto y envenenándose con químicos residuales de la actividad minera que han llegado al agua por descuido o irresponsabilidad. 


Los gases producidos por las explosiones que se usan para romper las rocas y extraer los minerales también pueden llegar a ser liberados a la atmósfera, causando problemas respiratorios a humanos y animales y contribuyendo al efecto invernadero que aqueja a nuestro planeta.

Explosiones en mina a cielo abierto

El cuadro empeora mucho más en el caso de la minería a cielo abierto, ya que, al menos, con la minería subterránea se conserva la capa superficial natural del lugar. Debemos agregar deforestación masiva y pérdida de hábitat a los dos puntos anteriores. Este es el tipo de minería más usado en la actualidad y sobran los ejemplos de destrucción medioambiental que produce.  

Todo lo anterior es solo el costo ecológico de la minería, pero también debemos tomar en cuenta el impacto social de la industria minera. Casi siempre los proyectos de extracción vulneran los derechos de las poblaciones aledañas, quienes han tenido que defender su territorio a riesgo de perder todo, incluso sus vidas. Se encuentran a merced del crimen organizado, la minería ilegal, la corrupción, el abuso a menores y, como en la reciente tragedia de Brumadinho, Brasil, a que un mal cálculo de una compañía que, en teoría, había previsto todos los riesgos y obtenido todos los permisos correspondientes cause daños irreparables a su entorno y la pérdida de decenas de vidas.


Sería imposible enumerar todas las catastróficas consecuencias de esta industria que, en lugar de reducirse, se expande más y más en Latinoamérica con el beneplácito de los gobiernos, pero, en definitiva, es un problema que se presta a un largo e intenso debate, el cual comenzaremos este miércoles en nuestro programa.

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